...
Nada.
Eso.
Conozco un Ernesto.
Además.
Yo, sonriente (atendiendo a un cliente): "Digame su nombre por favor así lo llaman y lo asesoran los vendedores"
Cliente X: "Rubén"
Yo, sonriente: "Muy bien Rubén, pase por el salón y lo van a llaman por su nombre de pila"
La jefa susurrante, en un acto de enseñanza sin prescedentes: "no le digas pila, no queda bien"
A esta altura me doy cuenta de que voy a necesitar urgente que me tramiten la obra social para hacerme un tratamiento en la mandíbula porque se me va a caer de tanto sonreírle al cliente. Además voy a necesitar un turno con el traumatólogo porque el nervio ciático me esta pidiendo vacaciones después de haber estado parada toda la semana. También un buen odontólogo, porque a falta de felicidad, me la paso bajando la caramelera que está en recepción... Y por qué no, un curso de control de ira... Al fin y al cabo, parece ser que voy a trabajar para pagarme las dolencias que me provoca hacerlo. Y así es señoras y señores, como una vez más la Paradoja se hace presente... esa gran amiga complicada con quien ya estamos, claro está, plenamente familiarizados.
Ya lo había dicho yo, mi mujer bajo la lluvia y mi cara de predisposición total convencieron a la empresa. Me llamaron para la segunda entrevista, y después para la tercera. A esta última fui bastante menos predispuesta que a las anteriores. Hay una fina linea entre ser un psicologo de recursos humanos y ser un chusma, un indiscreto. Y si no vean las cosas que hay que oir:
La paparazzo de RRHHH: "¿Tenés novio Luciana?"
Yo: no.
La paparazzo: "¿AHA, QUE PASÓ?"
Yo: ¿Con qué? No, no tengo.
La paparazzo sorprendida: "¿Pareja estable tuviste?"
Yo: [¿podrá llamarsele a eso estable?] Ah si si... al comienzo de mi estadía en la ciudad
La paparazzo sorprendida: ¿y después?
Yo: no
La paparazzo sorprendida: "ta bien... quedaste quemada..." (SIC, lo juro)
Yo no se si llamarlo "desliz" o cómo. Pienso quizás que hasta tuvo una especie de empatía con mi condición de soltera crónica.
Lo cierto es que al mismo tiempo de comenzar con esta labor, que me han advertido: es ardua, también verán una merma significativa en este blog que alguna vez supo estar actualizado. Ahora van a tener que leer a Cortázar, Bennedetti, y Borges para llenar el vacío que les va a dejar mi entrada en blanco, mi saludo al pasar, mi texto copiado de alguna parte.
Esta mañana estuve haciendo cola por tres horas para hacerme el pre ocupacional. Me miraron si tenía pie plano. Me preguntaron si sufrí de hemorroides. No veo la hora de que me digan qué es lo que tengo que hacer y hacerlo. Basta de entrevistas, de largas colas, de testeos psicológicos. Empiezo mañana. Sábado. Ja.
El frio ya se va haciendo notar. El invierno se está preparando para hacer su gracia y ahora, precisamente en este instante, se largó a llover. Justo cuando tengo que salir hacia la oficina de mi otro trabajo (el que me gusta). Así es que cantando bajito y sin demoras ésta mujer se retira... bajo la lluvia. Paraguas en mano. Bien cubierta.
Cuando yo era más chica, al cumplir una edad razonable se pedía un equipo de música. Me acuerdo que el que tenía el mini componente más grande era el más pillo. Resulta que diez años después, el que tiene el aparatito mas chico es el más copado.
Soy de una generación que casi nace por internet. No me quiero hacer la joven, es cierto, no había tanta Internet pero al menos el boom de las PC ya estaba en marcha. La nueva generación sí que nació conectada a la red de redes. Y en esta era del Mp3, o Mp4, o ¿acaso ya salió el Mp5? todo es por demás descartable. Si te comprás un teléfono celular con mp3 a los dos años sale el mp4 y quedás boyando como un tarado. Si te comprás un TV 29” al otro año si no tenés un plasma sos muy out. Y la publicidad te bombardea haciéndote pensar que no podés vivir si no tenés el equipo de última generación.
Mi MP4 dejó de andar hace una semana. Era una mierda de cien pesos que no servía para nada, porque el verdadero Ipod está muy lejos de mi realidad. No lo tiré. Tampoco tiré el MP3 que había salido mucho más que eso y que tuvo su infeliz deceso hará algo mas de un año. Estoy segura que cuando mis descendientes encuentren mi FAKE POD y vean que no funciona, nadie lo va a poner sobre una mesa, lo va a lustrar y lo va a venerar tanto como yo a mi AMBASSADOR. Lo puse sobre mi placard a juntar tierra, con la sola intención de hacer la prueba.
Así es que tengo a ese objeto inerte y me he convertido en una fetichista del tiempo. Ahí está ella, reluciente, gozando por no haber perdido del todo la batalla. Tenerla me recuerda que el mundo no siempre fue tan gil.
La gigante AMBASSADOR está hecha para durar, para sobrevivir en un mundo que no era tan efímero como éste. Permítaseme fantasear con su final:
La AMBASSADOR trasmitía radio teatros, noticias del campo, anuncios de perdidas de vacas y médicos que trabajaban a domicilio. De manera progresiva lo que anunciaba se fue haciendo cada vez más patético y así fue como un buen día, abuela y abuelo le metieron una patada tan grande que un transistor saltó y calló justo en la pileta de la bomba de agua. Mi abuelo resignado dijo algo así como: “ma´si, para lo que hay que oir!”. Y la dejó sobre su placard. Cuatro décadas más tarde llegó de visitas la nieta desencantada y la puso en su lugar después de entender que ese aparatejo estuvo hecho desde el principio para durar y perdurar por siglos, y que lo que hizo que dejara de funcionar no fueron las patadas del abuelo, ni los golpes de tensión. Lo que en verdad mató a la AMBASSADOR fueron los tiempos.