Oscar el narco con mala suerte- “¿Tocame el brazo, sentís alguna vena?”
Yo: [¿mmm que tengo que decir!?] “Nada Oscar, ni una. ¿Y eso por qué?”
Oscar el narco con mala suerte: “Por drogadicto… por drogadicto”
Según me confió, el negocio iba bien (a pesar de las perdidas por consumo personal) hasta que en una frontera el sobrino del Don Mariano le había tendido una emboscada que tuvo que pagar con un año y ocho meses de prisión en Brasil. [Homen, o que é terrível destino!] Bajón. La noche se tiñó de amargura (tan sólo por un momento) al escuchar la historia del terrible recuerdo del ruido de los candados.
Así es como volvió a la Argentina habiendo tenido que soportar mucho más que un ruido molesto. “Ahora no me asusta nada, soy capaz de pintarme la boca y ponerme tacos, todo por mi hija”. Loable, muy loable. Desvié el tema. Solo me faltaba que me contara con lujos de detalle la parte del estupro.
Oscar el narco con mala suerte: “Brindo por esta noche, y por haberte conocido Lucía”.
Yo: “Oh, yo brindo mas”…
Oscar el narco con mala suerte: “Antes sentía que estaba desubicado como chupete en el culo en este lugar”
Yo: “lo sigue estando Oscar, lo sigue estando”
Una hora y media después se le ocurrió que la oreja también tenía vida, y me preguntó a qué me dedicaba. Muy jocosa le dije “soy periodista. Estoy investigando a unos narcos sudamericanos para una revista petardista”. No le vino en gracia, pero tampoco tuve la suerte de que eso lo haciera callar. Seguía teniendo historias. No puedo dejar de mencionar que llevaba puesto un reloj pulsera que mostró a la luz de un encendedor con el orgullo de un soldado:
Oscar el narco con mala suerte: “Miren, ¿qué dice ahí? Juan Domingo Perón. 1952.”
La cara de Perón se iluminaba radiante. El reloj marcaba la cinco y media de la mañana. Hora de irse para algún otro lado. Según él, tras un gato sin bigotes (SIC).
Este es Oscar (click)
El segundo bar estaba atestado de gente. La mayoría borracha. No se si era la vestimenta, o simplemente mi inigualable swing de los años veinte pero ni bien entré me levanté otro viejo.
Yo: “señor, usted me está observando el trasero de manera impune”
Viejo 2 muy poco agraciado: “no señorita, pero yo ando buscando una mujer, para olvidar”
Yo: “si camina para allá va a encontrar muchas mujeres que no son yo, vaya. Buena suerte.”
No encontramos con unos amigos con quienes “bailamos” mientras nos poníamos al día. En un momento me doy vuelta y otra vez el viejo, esta vez más tambaleante que hacía cuarenta minutos.
Yo (menos predispuesta que antes): “¿que pasó señor? ¿no encontró a su mujer?”
El viejo tambaleante: “no, lo que pasa es que no quieren… yo necesito una mujer para ol..”
Yo: “mire señor, no quiero que lo tome a mal, pero si multiplicamos por tres el promedio de edad en este lugar no alcanza a equivaler a la suya me entiende? Si me permite aconsejarlo, ud tiene que ir a un lugar que se llama “Recordando”. Ahí va gente linda y de su edad… lo van a tratar bien. Y ya deje de mirarme las tetas.”
Seguí bailando y el viejo desapareció entre la gente, que ya era mucha menos que cuando llegamos. Dos jóvenes se acercaron a nosotras, en el último intento de la noche por ser correspondidos. No hubo suerte. Pero fue mas que importante para mí ver sus facciones tersas, dóciles. Ya estaba lista. Tras un último sorbo emprendimos la retirada.
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Mi respuesta la hago pública: con gusto me comería un vegete en particular. Por supuesto que esa noche no estaba. No esperaba tener tanta suerte. Pero reitero: sólo ese.
Saludos