domingo, agosto 03, 2008

Intríngulis

Darle sabor a los días sin sal es una receta que uno aprende con el tiempo. Des- victimizarse de las etapas menos felices es una clave elemental para seguir por el camino, y con el tiempo los pensamientos se van acomodando, como los melones, solos y a medida que el carro se pone en movimiento.

Así es como estos meses aprendí algunas cosas y me olvidé de otras, para ir haciendo espacio.

Una pequeña niña me vendió una flor con enseñanza, como esas galletas orientales de la suerte. La elección no era tan compleja.

¿O acaso lo era?
¿Clavel o rosa?

Tome mi decisión. Clavel. Ella me miró, se sonrió, y me tiró la flor en las manos echándome encima su sabiduría inolvidable:


-“Tomá. Los claveles son para los muertos”.

Pasmada, mi primera reacción fue arrepentirme de mi medida. Pero ahora pienso que estuve bien. Nunca tendría que haberme quedado con la rosa, porque de ser así, seguiría comprando claveles.


Entre la claridad y la rutina existe una línea que me es difícil percibir. Esas finas líneas, que aparecen en mi vida como un Droopy constante, me tienen bastante preocupada.


¿Es acaso el conformismo un amigo fiel de la felicidad?

¿O es la claridad lo que va subyaciendo en el mambo de la vida?

¿Será incluso la rutina lo que atrae cierta claridad?

A veces me da por pensar que quizás los melones nunca deberían acomodarse.

¿Por qué debería ser deseable tener ordenados los melones?.



No lo sé. Nadie sabe la verdad.


Y casi como otra de esas galletas con sorpresa, me aclararon con una certidumbre avasalladora que la tal “verdad” ni siquiera existe...

“Lo que si…” – aclaró también con seguridad indiscutible- “ hay quienes estamos mas cerca que otros”.


Pd: tu buena predisposición para completar mi encuesta de los melones aportará a que mi intríngulis me cause menor angustia. Muchas Gracias. (Al costado!!)