viernes, junio 06, 2008

YIRA YIRA

Voy cada día resignada, como vaca al matadero, a cada lugar donde lo indica la rutina. El día solo consta de algunas horas vivibles y lo demás es dormir. Así debe ser. Así lo respeto. Hacía mucho que no estaba tan cansada. Y hacía mucho también que no sentía a mi cuerpo irse solo sin mi mente, que ultimamente vagabundea por lugares recónditos de la perplejidad. Pero estoy bien.

Como muchas de mis mañanas, esta no fue la mas organizada. Se me pasó volando el comienzo del día y de muchas cosas que tenia que resolver, solo me enfoqué en una que no dio ningún fruto y que me llevó toda la mañana. Así es que cuando se venía la hora de cumplir horarios salí corriendo con el almuerzo de las 11.30 atoradísimo y unas ganas de llorar que contuve con tesón. Es que fue otra vez el día de la marmota. Todos los dias el mismo. Todos los dias corriendo contra el reloj.

A la tarde, cuando iba remontando poquito a poco, aproveche los quince minutos de descanso y fui al quiosco a por la merienda.

Una alfajor para mi, un chocolate para él. Clin, caja.


Yo: “Hasta luego”

Quiosquero fuma crack: “chau gracias”.


Pero no.

Una señora entró con una pequeña niña a preguntar por la comisaría más cercana. Mi espíritu de metida no me permitió salir sin preguntar que había pasado. Reproduzco la conversación entre el quiosquero fuma crack, la señora desesperada, la pequeña niña y yo:


Quiosquero: eh seeee, hay una en ocho y… No… en 46 y…

Yo: ¿pero qué le pasó señora?

La señora desesperada con pequeña niña: perdí todo. BUAAAAAAA

Yo: Bueno señora tranquilícese y cuénteme a ver si la podemos ayudar.

(El kioskero siguió atendiendo como si nada.)

Señora desesperada con pequeña niña y además embarazada: BUAAAAA

Yo: Venga señora siéntese acá afuera [por la parada del colectivos] Cuénteme…

Señora re embarazada: fui al medico, y cuando me bajé del colectivo me di cuenta que me falta la cartera donde tengo todo. El DNI mío el de la nena, mi sueldo, y los papeles de los estudios del bebé. BUAAAA

La gente pasaba por la calle y miraba de reojo.

Yo, claramente contrariada: ¿Ud piensa que la policía va a salir a buscar sus cosas? No. Mejor quédese acá sentada y respire hondo. Esperemos que quien lo encuentre sea tan amable de devolverle aunque sea los documentos. Pero no vaya a la comisaría con pequeña niña y tremenda panza”. ¿Vive muy lejos señora?

Señora re embarazada: En Arturo Seguí.

Yo: [¿lo qué?]

Pequeña niña: ¿quién le va a devolver todo a mi mamá?… ¡BUAAAAA!

Yo: no te preocupes, mamá lo va a recuperar. Tomá (alfajor)

Señora re embarazada: “¡BUAAA!” [se agarra la panza]

Yo: ¿¡señora!? ¿¿Pero qué…?? ¿¿Le duele???

Señora paribunda: SI... TENGO CONTRACCIONES.

[Pequeña niña abre un huevo de chocolate mucho más atrayente que el alfajor]


Señora desesperada con pequeña niña no eran dos rubias, y andaban en colectivo. De lo contrario, habrían tenido un cortejo de discapacitados sociales haciéndole el honor de traer al mundo otro niño o niña rubia en el medio de calle 7. Dos o tres perversas almas inútiles, escucharon la conversación y siguieron.

Ahí empezó una odisea doble; una dentro de la panza de señora paribunda, y la otra dentro de mi cabeza. Por un lado nadie paraba a ayudar. Por otro la señora no tenia tiempo que perder y yo no tenía más tiempo de recreo y tenia que volver. Aparece en escena un muchacho bien parecido que se dirige a mí en el siguiente término:

Muchacho bien parecido: ¿querés que te ayude?

Yo, claramente impávida: “si, no se qué hacer, esta señora está paribunda, acaba de perder sus petates y yo tengo que volver a trabajar…”

Muchacho bien parecido dirigiéndose a la señora: “bueno señora, vamos al hospital”

La nena seguía llorando cada vez mas desesperada al son de la mamá. El pibe buscaba un taxi, y no pasaba ninguno. La gente empezó a acercarse cuando vio a muchacho bien parecido encargándose valientemente del tema. Sin embargo siguieron mirando de lejos, sin intención de involucrarse, sino solo de chusmear. Yo agarré unos pocos morlacos que tenia en el bolsillo y se los di a la señora:

Yo: “Me tengo que ir señora. El muchacho la acompaña. Yo trabajo en el lugar rojo”.

Cualquiera. No sé con qué intención se lo dije, puesto que no se puede ir a parir a un lugar de informática.

Entré a la empresa visiblemente afectada, y corrí por el pasillo pidiendo que alguien me ayude a pensar qué hacer, en qué ayudar, e inclusive tuve la inocente esperanza de que alguien me ofreciera llevar a paribunda mujer en su auto. Tuve de escasa a nula repercusión. Alguien se burló “tampoco podemos hacer caridad”.

Me asomé a la ventana y seguían ahí, a la espera de un taxi. Me largue a llorar de impotencia con todo el pecho en el medio del salón. A nadie le importa señora panzona ni pequeña niña, a no ser que vayan a comprar un portarretratos digital. Quizás me crucé con la gente menos indicada. Seguramente alguien habría estado dispuesto o dispuesta a ayudar. No me pasó esta tarde en ese lugar.

Señora panzona entró a emergencias en silla de ruedas. Las contracciones fueron causadas por la tensión nerviosa y se indujo el parto. Pequeña niña recibirá a su hermano/a esta noche. Muchacho bien parecido seguía ahí acompañando a ambas cuando hablé al hospital.