
Ha vuelto a mi, oh si si, es él, El Nerviosismo, acompañado de su fiel escolta y servidor el Sr. Bruxismo. Ahí vienen a arremeter mi debilidad.Tratando de pasar por la garganta un té Vic -que tiene un dulzor tan exagerado como esos obsecuentes y lamebotas que te irritan hasta estallar- intento calmar un poco el ritmo de mis meditaciones. Ya sabía yo que la impasibilidad me iba a dar esa lentitud que después cuesta despegarse de las neuronas por mas que uno sacuda. Dos o tres cosas que hacer en un día ya me desconciertan el organigrama de vago al que me había adaptado. Entonces llegan mis amigos, y se instalan. Nerviosismo se hace una sopa, mientras el Bruxi mira Intrusos en el espectáculo, porque sabe que lo odio. Y ahí están. No los puedo echar por que no sé cómo. En mi intento de ayer fracasé hasta delirar... Después de horas frente a la computadora, para obtener una cagada de texto, rompí mi chanchito y me dispuse a caminar la ciudad con el objetivo de conseguirme unas botas con que pasar el inminente invierno. Ciento veinte pesos después, descubro que había llevado unas que tranquilamente hubieran sido las elegidas por San Martín para cruzar Los Andes. Combinarían muy bien con un traje rojo, cinturón negro con evilla y un sobrerito al tono al grito de OH OH OH... feliz navidad. Al carajo con mis botas. Pero mejor busco una manera mas barata.



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